martes, 21 de enero de 2014

Síndromes del Espectro Autista


Por Alma Dzib Goodin
Esta publicación tiene como objetivo diferenciar algunos de los síndromes asociados al espectro autista, ya que existe la tendencia a agruparlos a todos con la misma etiqueta diagnóstica, a pesar de que pueden ser diferenciados, los síntomas, la etiología y la edad de aparición de los mismos.


Síndrome de Savant

Dentro de los trastornos del espectro autista existe una forma clínica muy peculiar conocido como el síndrome de Savant, al que también se le conoce como síndrome autistico Savant.

Estas personas poseen habilidades excepcionales, entre las que se encuentran una gran capacidad para el cálculo y otras habilidades matemáticas, habilidades artísticas para el dibujo, la escultura, la música y la poesía, así como memorias selectivas prodigiosas o hipermnesias. Sin embargo, al mismo tiempo presentan un déficit importante en las habilidades propias del hemisferio izquierdo, de carácter lógico y simbólico, así como de especialidades lingüísticas, a la vez que presentan aumentadas las habilidades propias del hemisferio derecho, como las artísticas no simbólicas, habilidades visuales y motoras.



Hasta el momento, la naturaleza de los talentos descritos en estos sujetos ha sido tremendamente variada, ya que van desde la memorización sofisticada de eventos curiosos como datos estadísticos, o las secciones blancas que integran los nombres, números telefónicos y direcciones de poblaciones enteras, talento para el calculo con velocidad y precisión en operaciones aritméticas  complejas; cálculos calendáricos en los cuales pueden identificar el día a partir de una fecha dada, o pueden recordar el clima de un día particular; se puede puede reconocer una extraordinaria habilidad musical para uno o varios instrumentos, en los cuales pueden interpretar melodías que escucharon una sola vez de forma prodigiosa, aun cuando no puedan leer una partitura, aunque se pueden encontrar otras habilidades artísticas particularmente en las artes plásticas y en algunos casos, habilidades lingüísticas, por ejemplo para recitar de memoria textos largos  o bien escribir textos a modo de copia de libros leídos o revisados (Heavey, Pring, Hermelin, 1999; Scheuffgen,  Happé,  Anderson,  Frith, 2000).

Sin embargo, aunque parezca prodigiosa la memoria de las personas diagnósticadas con síndrome de savant, no es una memoria verdadera, sino lo que se ha denominado como memoria irreflexiva, memoria de adherencia verbal, memoria de hábitos, memoria de procedimientos o no cognitiva, y sus circuitos se sustentarían en estructuras filogenéticamente arcaicas, y es que en el síndrome de Savant, la teoría del daño en el hemisferio izquierdo parece ser responsable de la fisiopatología del proceso, es decir, se deteriora el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho lo compensa en la medida de lo posible, aunque de manera diferenciada (Muñoz-Yunta, Ortiz-Alonso, Amo, Fernández-Lucas, Maestú, Palau-Baduell, 2003; Ortiz, Palau-Baduell, Salvadó-Salvadó, Valls-Santasusana, 2009).

Fue en 1783 en la revista Alemana Gnothi Staunton se describió el caso de Jedediah Buxton, una persona reconocida por su capacidad para el calculo y su extraordinaria memoria (Treffert, 2009), pero no fue sino hasta 1887 que John Lagndon Down describió por primera vez a un individuo con habilidades contrastantes, que mostraba habilidades sorprendentes para el cálculo pero con dificultades igualmente sorprendentes para las tareas más simples de la vida cotidiana, por lo que acuñó el término, idiota savant, ya que  el término savant quiere decir sabio, y es también el término francés empleado para designar a los virtuosos de las artes.

Fue hasta que Darold Treffert lo definió como un estado patológico según el cual, algunas personas con desordenes mentales como el autismo, pese a sus discapacidades físicas, mentales o motrices, poseen una sorprendente habilidad o habilidades mentales específicas (Heaton, & Wallace, 2004).
        
Se desconoce la prevalencia de síndrome pero en un estudio realizado en 1977 por Hill, que se llevó a cabo en 107 instituciones con personas con dificultades cognitivas, identificó a 54 savants, lo que determinó una prevalencia de aproximadamente .06% por cada 1 en cada 2000 personas. Sin embargo, en 1978 Rimland encontró a 531 savants en un estudio realizado a 5400 niños con diagnóstico de autismo, lo cual aumentó la prevalencia a 9.8% de la población, encontrandose mayormente en varones y en muy pocos casos en niñas.

En 1978 Rimland (citado en Treffert, 2009) en una encuesta realizada a 5400 niños diagnósticados con autismo, 531 de los casos, en opinión de los padres, presentaban habilidades especiales.


Síndrome  X Frágil

El síndrome de X frágil (SXF) es un trastorno genético derivado de una mutación del gen FMR1, ubicado en el extremo del brazo largo del cromosoma X que es perfectamente caracterizado.

Las consecuencias de la enfermedad están determinadas por la ausencia o disminución de la proteína codificada por el gen FMR1 (FMRP) y es es la causa genética más frecuentemente hallada en el autismo  (Artigas Pallarés  y Brun Gasca, 2001; Artigas-Pallarés, Gabau-Vila y  Guitart-Feliubadaló, 2005).

Al síndrome X frágil también se le conoce como síndrome de Martin & Bell, y su caracteristica principal  es que un trastorno que ocasiona retraso mental. Es la primera causa hereditaria de retraso mental y la segunda asociada a factores genéticos luego del síndrome de Down. En la última década, el síndrome de X frágil se ha convertido en una de las causas más importantes de discapacidad y es responsable de aproximadamente el 30% de todas las formas de deterioro cognitivo no senil, y se cree que 1 de cada 259 mujeres lleva el alelo defectuoso de este gen.

Por otra parte, se ha establecido que este síndrome  aún cuando afecta más severamente a los varones (recuérdese que los varones sólo tienen un cromosoma X y, por tanto, no pueden compensar la pérdida de la información con el otro par cromosómico como las mujeres), puede afectar tanto a varones como a mujeres. El Síndrome impacta negativamente sobre el desarrollo de la persona y deriva en dificultades de aprendizaje discapacitantes, incluido retraso mental severo, así como manifestaciones en la atención, hiperactividad y conductas autistas (Artigas Pallarés y Brun Gasca, 2001).

Entre el 4 y el 6% de los pacientes autistas tiene el síndrome X frágil, y casi  todos los niños con el diagnóstico de  X frágil tienen síntomas de autismo como aleteo de manos, mal contacto visual, defensa táctil, lenguaje perseverante y problemas de relación social (Artigas-Pallarés, Brun Gabau 2001). Sin embargo, algunos síntomas del síndrome x frágil se pueden considerar próximos a los trastornos del espectro autista, otras manifestaciones, igualmente típicas del síndrome x frágil, van en sentido contrario, por ejemplo el caso del lenguaje receptivo y de la capacidad de imitación, que pueden considerarse aspectos adaptativos del síndrome de X frágil (Artigas-Pallarés, Gabau-Vila y  Guitart-Feliubadaló, 2005, Farzin & Koldewyn, 2014).

Trastorno desintegrativo de la infancia

El trastorno desintegrativo de la infancia (TDI) se refiere a la aparición de una rápida regresión neurológica, que acaba la mayoría de las veces en una sintomatología autista tras un desarrollo normal del niño hasta la edad de 24 meses o alrededor. Se define como la pérdida clínicamente significativa de por lo menos dos de las siguientes habilidades previamente adquiridas que pueden ser el  lenguaje (receptivo o expresivo), habilidades sociales, comportamiento adaptativo, control de esfínteres, la perdida en las habilidades y se observa la aparición de conductas autista (Tager-Flusberg, 1999; Rugieri y  Arberas, 2007).

Dada la rareza de este síndrome, suelen  plantearse diversas causas neurológicas que pueden generar deterioro de este tipo, ya que se han encontrado que presenta relacionada con las siguientes situaciones: 1) Cuadros epilépticos como la afasia epiléptica adquirida o Síndrome de Landau Kleffner (aunque en éste se compromete el lenguaje, sin gran compromiso social), 2) Metabolopatías como la lipofuccinosis infantil ceroidea, la leucodistrofia metacromática, la adrenoleucodistrofia, mitocondriopatías, la gangliosidosis, el Síndrome de Smith Lemli Opitz, entre otros y 3) Enfermedades infecciosas como la panancefalitis esclerosante subaguda, VHI, entre otras (Rugieri y  Arberas, 2007).

Este síndrome fue antes llamado síndrome de Heller, demencia infantil o psicosis desintegrativa, cuya característica principal es que aparece entre los 36 y los 48 meses de edad, aunque puede ocurrir raramente hasta a los 10 años (Tager-Flusberg, 1999).

 Los sellos distintivos incluyen la pérdida de lenguaje, habilidades sociales, de juego o motrices previamente normales, y frecuentemente incluye la aparición de conductas repetitivas restrictivas, típicas del autismo. El trastorno desintegrativo de la infancia se asocia frecuentemente con síntomas más severos que el autismo de aparición temprana, incluyendo pérdida profunda de habilidades cognitivas, que resulta en un retraso mental que va de leve a severo (Alessandri, Bomba, Holmes, Van Driesen, Holmes, 2007; Hervas y Sánchez López, 2005; Tuchman & Rapin, 1997).

Autismo atípico/ trastorno generalizado del desarrollo no especificado

Este diagnóstico se usa cuando está presente una sintomatología autista significativa desde el punto de vista clínico, incluyendo déficit en la interacción social recíproca, en comunicación verbal o no verbal, o conducta, intereses y actividades estereotipadas, pero no se cumplen todos los criterios para el diagnóstico de espectro autista o trastorno generalizado del desarrollo, por ejemplo se encuentran  niños que no cumple al menos 6 de los 12 posibles criterios para el diagnóstico de trastorno autista de los manuales de diagnóstico como DSM IV o CIE 10, o cuya aparición de la sintomatología es posterior a los 36 meses, de la misma forma, se incluiría a niños cuyos síntomas son atípicos o no tan severos como para codificarlos bajo este diagnóstico, de ahí la dificultad de un diagnóstico  (Cabanyes-Truffino y García-Villamisar, 2004, WHO, 1994, APA, 2000).

         El Trastorno Generalizado del Desarrollo no Específico  es un diagnóstico por exclusión de los otros trastornos del espectro autista, es decir, que no presentan criterios para diagnóstico de autismo infantil, autismo atípico o de Asperger pero que presentan las mismas alteraciones cualitativas en cualquier dimensión clínica del autismo (reciprocidad social, comunicación, conducta estereotipada), con la presencias de áreas bien cognitivas y motoras delimitadas, mientras que otras difusas son intermitentes o difusas (Cabanyes-Truffino y García-Villamisar, 2004; Tortosa Nicolás,  2004).

La relación más directa con este trastorno y el autismo consiste en los errores de diagnóstico que se cometen, como se demostró un estudio desarrollado por Luyster, Gotham, Guthrie, Coffing, Petrak, DiLavore, Pierce & Lord (2009), en el que se  encontró que cuando los niños se diagnostican a temprana edad, este diagnóstico puede estar equivocado. En este sentido, encontraron  que los niños que habían sido diagnosticados con autismo, antes de los 3 años, para los 9 años, fueron diagnosticados como trastorno del desarrollo generalizado no específico. Esta variación se debe a que la mayoría de los niños no tienen habilidades verbales a los 2 años, pero alrededor de los 5 años pueden mostrar retrocesos o bien no desarrollarse normalmente, por lo que pueden desarrollar  habilidades verbales deterioradas y a los 9 años, puede ser que ya tengan mayores deficiencias.

Lo que se puede concluir de este estudio es que es más difícil tener un diagnóstico predictivo claro del trastorno generalizado del desarrollo, que de autismo, pero también se detecta un cambio usual en donde los niños que estaban diagnosticados como trastorno generalizado del desarrollo, cambiaron a diagnóstico de autismo, por lo que en este sentido  los criterios clínicos de diagnóstico deben variar dependiendo de la edad, puesto que algunos niños tienen mucho menos experiencias sociales, por lo cual lo que cuando crece, quizá no se haya tenido al autismo en si mismo, sino un atraso en las experiencias durante su desarrollo.

Síndrome de Rett

Descrito por Andres Rett en 1966, quizás sea el mejor ejemplo de conductas autistas biológicamente determinadas, donde las afectadas cumplen un patrón conductual y evolutivo sin importar los aspectos sociales, ambientales o familiares. Esta enfermedad afecta casi exclusivamente a mujeres, con una frecuencia es de 1/10.000 nacidas de sexo femenino.

Este trastorno neurodegenerativo, se hace manifiesto tras un inicio de desarrollo normal. Las niñas con síndrome de Rett presentan síntomas en torno a los 6-8 meses (después de un nacimiento normal, un perímetro cefálico  normal al nacer, y avances evolutivos tempranos normales), con un percentil de perímetro craneal decreciente (Ruggieri & Arberas, 2007).



Esto se sigue de microcefalia y pérdida de habilidades manuales, seguido de la  aparición de estereotipias y movimientos con las manos que son extraños tales como retorcerlas, movimientos de lavado, chupeteo, que parecen parte trastorno espectro autista, también presentan pobre desarrollo en la coordinación del tronco o al andar, con pérdida de implicación social y desarrollo del lenguaje receptivo y expresivo severamente deficitario (Redcay, Kennedy & Courchesne, 2007).

Las características que el DSM IV (2000) menciona sobre este síndrome se pueden resumir en:
A. Tienen que darse todas estas características:
1. Desarrollo prenatal y perinatal aparentemente normales.
2. Desarrollo psicomotor aparentemente normal en los 5 primeros meses de vida.
3. Perímetro cefálico normal en el nacimiento.

B. Aparición de las características siguientes tras un primer desarrollo normal:
1. Desaceleración del crecimiento cefálico de los 5 a los 48 meses.
2. Pérdida, entre los 5 y los 30 meses, de acciones propositivas adquiridas previamente con desarrollo subsiguiente de estereotipias (lavado o retorcimiento de manos).
3. Pérdida de relación social al principio del trastorno (aunque luego pueden desarrollarse algunas capacidades de relación).
4. Aparición de movimientos poco coordinados de tronco o deambulación.
5. Deficiencia grave del lenguaje expresivo y receptivo y retraso psicomotor grave.

Hay acuerdo general en cuanto a que el Síndrome de Rett es un trastorno del desarrollo, por que cumple las tres características básicas del autismo, especificadas en los criterios diagnósticos, aunque su clasificación en el DSMIV y la ICD-10 como un trastorno generalizado del desarrollo aún están en discusión. La opinión predominante en paidopsiquiatría es que es un trastorno diferente del trastorno espectro autista y que requiere una separación diagnóstica (Hervas, y Sánchez Santos, 2005).

Existen una lista de otros síndromes asociados con el Autismo, ya sea de manera genética o debido a comorbilidad, entre los que se encuentran el Síndrome de Prader-Willi, Síndrome de Angelman, Síndrome de Williams, Síndrome XYY, Síndrome de Smith-Lemli-Opitz, Síndrome de Apert, Síndrome de De Lange, Síndrome de Smith-Magenis, Síndrome de Down, Síndrome Velocardiofacial, Síndrome de Noonan, Distrofia Miotónica (Enfermedad de Steinert), Enfermedad de Duchenne, Complejo Esclerosis Tuberosa, Síndrome de Timothy, Síndrome de Cowden, Mosaicismo 45,X/46,Xy, Síndrome de Myhre, Síndrome de Goldenhar, Síndrome de Sotos, Síndrome de Joubert, Síndrome de Cohen, Síndrome de Moebius, Sindrome de Lujan-Fryns, Neurofibromatosis Tipo 1, Hipomelanosis de Ito, Síndrome Charge, Síndrome Headd.

Todos ellos, además de los clásicamente asociados, que fueron brevemente descritos en este texto, buscan la clave que permita la comprensión, diagnóstico temprano y tratamiento de los trastornos del desarrollo (Artigas-Pallarés, Gabau-Vila y  Guitart-Feliubadaló, 2005).

Referencias:

Alessandri, M., Bomba, C.,  Holmes, A., Van Driesen, D., Holmes, D. (2007) Cambios en los índices de desarrollo del aprendizaje en niños pequeños con Desórdenes del espectro autista. Universidad de Miami.

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